
La conversión, ese Santo Grial de las marcas y empresas a la hora de abordar sus estrategias de marketing. Una conversión materializada en ventas, en descargas de un ebook o en cuentas de emails conseguidas para futuras campañas. Esta conversión está directamente relacionada con el ROI, ese beneficio obtenido por cada euro de inversión que se trata de maximizar de muchas maneras, ya sea invirtiendo en Facebook Ads, en Google Ads o en complejas campañas de email marketing, todo ello siguiendo el famoso embudo de conversión que tan bien explica Vilma Núñez. Pero veo que muchas veces lo que se olvida es de añadir dos letras a la conversión, la A y la C.
Pretendemos llegar a la conversión sin conversación. Sin establecer una relación de tú a tú con el cliente, sin “sentarnos” con él a entablar una conversación cercana, no desde el púlpito que acostumbraban las marcas hace tiempo (y algunas aun hacen). Las conversaciones que veo solo lo hacen cuando se trata de dar atención al cliente en Twitter o para dar algún zasca original a algún usuario descarado.
Y esto no es nuevo. Lo de convencer a las marcas de que conversen más, y sobre todo, de que generen conversación, de que la provoquen siendo proactivos, es algo que llevamos años haciendo. Y sí, hay muchas que lo hacen y logran conectar con su público.
El resto habla y habla y habla y habla…